China y su muralla a la creatividad
Sorprendentemente China está cosechando unos resultados envidiables en PISA a pesar de hacerlo con unos métodos que Europa desterró hace tiempo. Su base reconocida de aprendizaje es la memoria y la repetición. Así consigue ciudadanos muy formados académicamente pero con pocas iniciativas críticas o de diferenciación. Hacer ciudadanos seriados, eficientes pero serviles quizá sea el sueño aspirado por todo gobierno totalitario.
La Revolución Cultural de Mao creo un cráter en China. Se cerraron los estudios superiores y todos los maestros contrarios al régimen fueron perseguidos. Moría con ellos la sensata tradición confuciana y se inslalaba un pensamiento plano y unidireccional de amor al régimen. Los sucesores de Mao han visto en la educación un valor y la han portenciado, pero siempre bajo un paraguas paternalista para evitar que volara demasiado alto. Desde entonces China experimenta un crecimiento abismal en enseñanzas primarias, medias y superiores. Sin embargo todavía humean los rescoldos de Mao en la centralización de las materias y la forma de impartirlas. El ejemplo siempre presente de Hong Kong le recuerda al gobierno chino que tras una educación occidental no se pueden imponer los valores omnívoros del régimen.
Este sistema educativo poco o nada tendría que importar a Europa. El problema es que los formados en la China comunista se desenvuelven bien en sus estudios en el extranjero. Al mismo tiempo, informes internacionales que miden por igual a todas las naciones resaltan la educación media china como un sistema que al fin y al cabo funciona. Cuando el Gigante asiático se empeña en algo, como si de un niño caprichoso se tratara, lo consigue. Primero fue el éxito educativo en enseñanzas medias y en la actualidad potencia la presencia china en los círculos científicos. Sin embargo en ambos objetivos no se ve la presencia del individuo sino de un régimen compactado. Quizá ésta sea la razón de la falta de emprendimiento que sigue aquejando China. Hong Kong, Corea del Sur o Singapur con sistemas educativos similares desbordan iniciativa personal que se transforma en empresas y proyectos emergentes. Al fin y al cabo innovar es criticar el presente para construir un futuro, algo que China no puede permitirse.
Esta situación se ve a la perfección en el libro/película El último bailarín de Mao, que cuenta la historia verídica de cómo Li Cunxin se formó en la férrea disciplina del ballet chino pero que no fue hasta un viaje a EEUU cuando puso esa técnica en favor de algo más profundo. Li acabó desertando y viviendo en el país estadounidense, hibridando la artisticidad americana con la técnica china.
España y en general los países democráticos lo tienen fácil. China ha propuesto un modelo válido para el totalitarismo, ellos han de fijarse en su opuesto para crear ciudadanía crítica que mantenga sus democracias fuera de peligro. Aquí Confucio podría aportar mesura y proponer un justo medio: una educación con currículos cortos pero severos combinada con otra libre y de naturaleza crítica, dedicada exclusivamente a potenciar los primeros.
Aunque la educación española siga aquejando cierta fijación por la repetición y memoria es algo que leyes y nuevas pedagogías intentan cambiar. De hecho, en la LOMCE se pone de manifiesto que cada alumno es diferente y necesita una atención diferente, algo que el régimen chino nunca admitiría. La propia asignatura de filosofía, la que más ciudadanía sana crea, puede impartirse como una asignatura de reflexión o como una asignatura histórica, de sucesión de pensadores. Uno y otro modelo es responsabilidad del docente y nos aleja o nos acerca al Gigante asiático y a sus consecuencias.
https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/educacion/2016-01-05/sistema-educativo-china-mejor-peor-mundo_1130421/
https://www.revistadelibros.com/articulos/de-confucio-a-mao-adonde-la-educacion-universitaria-en-china
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